
Estábamos en un plató de televisión. Grabábamos por la noche. Primero, había que terminar el programa. Luego, se dedicaba un tiempo a grabar el espacio de todos los patrocinadores.
Ese día tocaba champú. Una gran multinacional del sector había comprado el patrocinio principal. Ese formato te daba derecho a una serie de avances patrocinados a lo largo de la semana, las caretas de entrada y salida y un espacio de unos 3 minutos de duración dentro del programa.
Todo estaba preparado. Los actores, el presentador, la escenografía,… todo. Después de la señal del realizador, empieza la acción. Un concurso simplón que servía de excusa para mostrar el producto y hablar de todas sus bondades.
De repente, una de las personas de la agencia de publicidad que acompañaba al cliente salta en medio del set gritando: “alto, alto…hay que parar, hay que parar, no podemos seguir”
Los pequeños detalles
La situación era bastante graciosa. Si has estado alguna vez en un plató de televisión, sabes que la orden de grabar y cortar la da el realizador. Ése es su terreno. Él manda. Los demás vemos, callamos y cuando ha terminado la grabación comentamos.
Si el tema es correcto, si se ha respetado lo que estaba previsto desde el punto de vista del patrocinador, se da el ok a la grabación y se acabó. Si no es así, se repite y punto.
Pero allí estaba el hombre de la agencia de publicidad en medio del set gritando “alto, alto,..” mientras todos le miraban con cara de sorpresa.
El tipo se adelanta unos pasos en dirección al panel que hace de fondo del escenario (6 metros de ancho por 3 metros de alto) y quita algo que parece un hilo de coser de unos 6 o 7 centímetros de largo. Cuando lo ha retirado, mira a todo el mundo y dice: “ya podemos continuar”.
La gran fotografía
Es curioso el comportamiento de la gente. Eres capaz de parar una grabación para retirar una especie de hilo que pasa absolutamente desapercibido, pero no te planteas otras cosas.
Quitas un hilo que no se iba a ver. Que no se podía ver por muchas razones. Porque la realización de televisión funciona en un 80-90% en planos cortos de personas. Porque sólo iba a entrar en los planos generales. Porque un plano general que coge todo el escenario es demasiado grande para que se vea ningún detalle. Porque…
Hay un montón de porqués, pero da lo mismo. Alguien decide que el pequeño detalle se carga la grabación y la para. Sin más.
Es curioso el comportamiento de la gente. Es curioso cómo se preocupan por el pequeño detalle. Es mucho más curioso cuando se deja de lado la gran fotografía.
En este caso, la gran fotografía era el patrocinio de un programa de entretenimiento. Un programa bastante simplón con toques de humor lo suficientemente vulgares como para poder funcionar y un patrocinador que definía “la elegancia” como su principal valor.
Vulgaridad y elegancia son una extraña pareja. Es complicado hacerla funcionar. Pero el problema no estaba en la dificultad de encajar los valores de una marca en el estilo de un programa de televisión que estaba en el extremo opuesto. El problema estaba en un hilo de 6 centímetros inexistente para el 99,99% de la gente que estábamos allí.
Los pequeños detalles y la gran fotografía
Los dos son importantes. Los dos tienen su lógica. Los dos hay que cuidarlos, pero no son iguales.
Al final, siempre gana el que tiene más peso. El que tiene más peso en el resultado final. Pueden ser los pequeños detalles. ¿Por qué no? Hay negocios que sólo son eso, pequeños detalles.
También puede ser la gran fotografía. Es grande. Es completa. Te da mucha información.
Lo hagas como lo hagas, pequeños detalles o gran fotografía, la próxima vez que tengas que centrarte en algo asegúrate de que mida más de 6 centímetros de largo.
Salvador Figueros